“La política educativa se desarrolla todos los días a nivel nacional, pero también, en las escuelas y el aula”

Educación inclusiva ¿cómo se construye en las comunidades educativas? En la siguiente entrevista, Ignacio Calderón, Profesor de la Universidad de Málaga, España, afirma que la base para avanzar en este camino es escuchar a todas y todos los participantes en la escuela.

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    La inclusión y la equidad son la base para la calidad de la educación. Así lo declaró la UNESCO en su publicación “Educación 2030 – Marco para la Acción”, donde además remarcó la necesidad de concentrarse, particularmente, en estudiantes provenientes de contextos de pobreza, minorías étnicas, pueblos indígenas, y en aquellos con necesidades educativas especiales.

    Ahora bien, la educación inclusiva es no solo es una necesidad, sino que un desafío constante que requiere que las y los docentes adecúen sus estrategias persistentemente para lograr aprendizajes profundos en grupos de estudiantes diversos.

Entonces, ¿cómo logramos la anhelada y necesaria inclusión y equidad en el aula?

  • Conversamos con Ignacio Calderón, Profesor del Departamento de Teoría e Historia de la Educación de la Universidad de Málaga, España, y Miembro del Comité Científico de Educación de la Federación Iberoamericana de Síndrome de Down, quien, junto a Mel Ainscow, Catedrático Emérito en la Universidad de Manchester, Reino Unido, lideran el Programa de Especialización Desarrollando la Inclusión y la Equidad en las Escuelas.

¿Por qué decimos que la educación inclusiva es uno de los principales desafíos que viven las comunidades escolares?

  • Simplemente porque la exclusión y la inequidad existen en la sociedad. En el sistema educativo no se ve otra cosa que lo que ocurre en esta, y el propio sistema, de diversas formas, también se hace cómplice de esas desigualdades.

    Las y los estudiantes procedentes de etnias minoritarias, poblaciones indígenas, otras nacionalidades, o contextos sociales y económicos deprimidos, o nombrados por la discapacidad, a menudo se quedan en los márgenes del sistema educativo porque no está hecho para ellos, no tiene en cuenta sus circunstancias y tienen que tratar de sobrevivir con lo puesto, con las herramientas que ellas o ellos y sus entornos puedan tener, pero que no son suficientes para muchos.

    La educación inclusiva y la equidad se refieren a que la educación es un derecho y para que se ejercite ese derecho y llegue a todas y todos. Eso me lo explicó muy bien hace un par de años un chico después de una asamblea de estudiantes para pensar el sistema educativo en Chile: él hablaba de que uno de los compañeros necesitaba una mayor atención, pero no porque fuera diferente, sino por lo contrario: porque es igual. Este reconocimiento del idéntico valor de cada ser humano es la base de la equidad. A partir de ahí, queda buscar fórmulas para que el uso de esos recursos tenga en cuenta que aprendemos socialmente, y que por tanto no podemos separar al alumnado, ya que hay que transformar justamente esas formas de relación que tradicionalmente han imperado en las escuelas. El trabajo educativo, por tanto, tiene que dirigirse a la transformación de las culturas en las que se producen los aprendizajes.

  • En ese sentido, ¿cuál es la clave para avanzar como comunidad educativa hacia una educación inclusiva?

    La educación inclusiva no es algo ni de otro planeta, complicado e inalcanzable, sino que a menudo se construye en base a propuestas que son bastante sencillas, pero que requieren una importante conciencia o un fuerte compromiso con la democracia en las escuelas, con avanzar en que estas sean cada vez más de toda la ciudadanía –la población más joven de nuestras sociedades sin excepciones– y eso significa que tengan en cuenta las voces de toda la comunidad, atendiendo sus diferencias no como un problema sino como su mejor bien.

    ¿Qué rol cumplimos las y los docentes, los líderes escolares y los integrantes en este camino hacia una educación más inclusiva?

    La política educativa se hace desde diferentes niveles, se desarrolla todos los días a nivel nacional y legislativo, macropolítico, pero también se desarrolla en la micropolítica de las escuelas y del aula, es decir, que todas y todos estamos construyendo la realidad escolar y si el proyecto está avanzando más o menos, depende de nosotros también.

    Comúnmente llamamos política a lo que hacen quienes gobiernan y toman decisiones críticas al más alto nivel, que evidentemente tienen la responsabilidad de crear un marco que potencie la capacidad de las escuelas para adaptarse a las diferencias de sus estudiantes; pero también es político nuestro trabajo como docentes, que tenemos la posibilidad de desarrollar prácticas inclusivas e incidir y presionar con nuestra labor para influir en las políticas más estructurales.

    Tú eres parte del Programa de Especialización en Inclusión de nuestra fundación, ¿qué te han podido contar las y los participantes sobre la implementación de prácticas inclusivas en sus escuelas?

    Las y los participantes nos van compartiendo las dificultades que existen en sus contextos. Por ejemplo, la complejidad de transformar la cultura competitiva que suele imperar en las escuelas en una cultura colaborativa; o cómo desafían la cultura individualista del profesorado, que tiende a pensar que su trabajo se circunscribe en su aula, donde trabajan en con el alumnado; o el condicionante de la meritocracia en el desarrollo de prácticas más democráticas.

    Otra inquietud manifestada es cómo desafíar el concepto y la lógica de las necesidades educativas especiales para profundizar en el trabajo docente con diversidad de ritmos, intereses, necesidades, preocupaciones, etc. que les permita hacer su labor en un mismo contexto sin que signifique la desvinculación de unos respecto de otros.

     Y hasta ahora, ¿cuál ha sido tu experiencia? ¿Cómo ves a los participantes?

    En el tiempo que llevamos desarrollando el programa de especialización hemos sido testigos de la altísima motivación que tienen las y los participantes, el deseo de transformación de sus propias prácticas y de los conocimientos que ya han desarrollado en sus comunidades, que muchas veces son desaprovechados por el marco en el que ejercen. En ese contexto el propio profesorado se socializa, y es el que está estableciendo límites de pensamiento y de acciones. Cuestionar ese marco, con sus creencias y aquello que se da por sentado, es lo que nos habilita para pensar más allá y desarrollar nuevas formas de enseñar que posibiliten otras formas de aprender.

    Siento mucha esperanza por lo que veo en el programa, se está haciendo un entrenamiento de prácticas que pueden habilitar esa posibilidad de pensar más allá del marco, invitando a las y los participantes a que desarrollen acciones en sus propias escuelas; muchos de ellos están encontrando nuevas lógicas que son muy esperanzadoras.

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